Hablar del alma es mirarse en un espejo. Tus emociones, ideas, voluntades y deseos están allí en esa sustancia inmaterial que define la personalidad de cada ser humano. Hay muchas interpretaciones acerca de su importancia y expresión. La religión, la filosofía y la ciencia, la han estudiado por siglos, buscando conocer cada uno de sus rincones.
Dependiendo del cristal con que se mire, el alma puede significar muchas cosas, en lo que sí hay coincidencia es que ella es la que nos hace ser lo que somos. Desde que el hombre de las cavernas se percató de que su existencia era más que el cuerpo que veía reflejado en las lagunas de agua, hasta nuestra época de globalización, la idea de alma ha transitado muchos caminos.
Al referirse al alma, los escritores de la Biblia usaron la palabra hebrea nephesh y la palabra griega psykhe. Ambas se refieren a la vida (respirar, moverse, existir), bien sea de los humanos o de los animales. En algunas ocasiones el vocablo también describe la totalidad de la vida humana.
Lo que ocurre con el alma mientras el cuerpo vive y cuando este muere es también un tema que ha dado mucho de qué hablar. Para el cristianismo, por ejemplo, el alma es inmortal, por lo que trasciende al cuerpo, pero va a morar en otro lugar después de la muerte física (cielo o infierno). Mientras tanto, para el creyente hinduista esta reencarna de forma infinita, en otro ser humano o animal.
La ciencia arroja otras luces sobre el tema y, aunque algunos investigadores descartan su existencia, desde la psicología y la neurociencia la describen como las reacciones químicas y físicas que ocurren en nuestro cerebro.
Puesto que el alma es la vida misma, es importante detenernos en algunos de sus detalles que aportan a nuestro día a día. Por lo general andamos sumergidos en la vorágine del trabajo y/o, las ocupaciones de la familia y dejamos a nuestras emociones, deseos y voluntades (el alma) en modo automático.
Thomas Moore, piscoterapista y autor de éxitos editoriales sobre el tema, comentó recientemente en el programa televisivo de Oprah Winfrey, las diferencias entre el alma humana y el espíritu humano, una explicación que nos encamina a tener más control de las respuestas ante las situaciones de la vida.
Nuestros sentidos son el canal por el que llega la información al alma. Una vez allí le damos sentido a lo que está fuera de nosotros. Si el estímulo es familiar, rápidamente sabemos qué es, pero si lo percibimos por primera vez, nos toma un rato descifrarlo. En eso radica nuestra respuesta.
Explica Moore que si podemos llegar a superar nuestra reacción inicial a las situaciones, entonces el movimiento de nuestro espíritu nos ayudará a ser más receptivos con los demás.
Es una pausa para preguntarnos cómo estamos reaccionando. Si tenemos el control de esas reacciones, el movimiento de nuestro espíritu nos abre caminos. La autora y bloguera estadounidense Kristina Kaine agrega a esto que el espíritu se mueve en nuestra alma, haciéndola más móvil y flexible. Quienes así viven están más contentos con la vida, inspiran a quienes le rodean, asimilan el cambio y cambian ellos mismos para encontrarse con el futuro.
¿Listo para ser más feliz?