El perdón, una palabra muy simple, que se dice muy fácil pero que nos cuesta muchos a los seres humanos poder lograrlo. El maestro Jesús de Nazaret en Mateo 5: 38-42 dijo a sus discípulos:
"Habéis oído que se dijo: "Ojo por ojo y diente por diente". Yo en cambio, os digo: No hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te golpea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también el capa; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no rehúyas."
Este pasaje encierra un secreto fundamental sobre la vida, El rencor hace mas daño a quien lo posee, que a quien es la causa del rencor. Es como una braza ardiente, que si la sujetas en la mano te quemara y sus heridas será mayores en la medida que la sostengas en tu mano por mas tiempo. Por eso es sabio el olvidar el daño que alguien te haya causado, cerrar ese capitulo, pasar la pagina, en fin olvidar el agravio no importa lo grande que parezca, ya que en el momento que lo dejes atrás, ya no seguirá dañándote.
En un material del sitio web Rezando Voy encontré algo muy interesante escrito por el Sacerdote Jesuita José María R. Olaízola que quiero compartir con ustedes:
Ojo por ojo, diente por diente, golpe por golpe, insulto por insulto, ofensa por ofensa, ultraje por ultraje, decepción por decepción? Así se va llenando la memoria y el equipaje de agravios, de rencor, de deudas. Mejor ofrecer, contra el puño cerrado, una mano abierta. Ante el insulto, silencio o, más aún, palabra de perdón. Mejor no subirse al tren del odio. Mejor bajarse de la espiral de la venganza. Mejor caminar por la senda de la concordia. Amar a amigos y enemigos A la manera de Dios.